Banca y cambio social

Autor:

Roberto Angulo

Socio Fundador Inclusión SAS

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Es necesario superar barreras como las asimetrías de información, la falta de garantías y la barrera del desconocimiento de la informalidad. 

Un banco es un lugar que te presta dinero si demuestras que no lo necesitas”, decía Bob Hope a mediados del siglo pasado. Quiero pensar, con mi sesgo a la esperanza, que los tiempos están cambiando y que el chiste de Bob Hope pronto no lo entenderán las nuevas generaciones. Pero como siempre, estos cambios sociales que exigen romper prejuicios, remover barreras y alinear intereses, no se logran con piloto automático.

La semana pasada se llevó a cabo la convención de Asobancaria con un título sugestivo: ‘Construyendo oportunidades para todos’ y una pregunta reiterativa ahí fue la siguiente: ¿Cuál es el papel de la banca para lograr el cambio social que quiere Colombia?

En la década anterior a la covid, el crecimiento en Colombia logró sacar 1,2 millones de personas de la pobreza por año, la redistribución del ingreso 350 mil y la inflación empujó 800 mil a esta situación. Como lo he dicho en otras columnas, lograr el cambio social implica poder encontrar una mejor combinación de estas fuerzas y con esto acelerar la reducción de la pobreza y la desigualdad. En las transferencias monetarias para la población pobre la banca hizo su aporte, donde juega, junto con las sociedades especializadas en depósitos y pagos electrónicos, un papel central en la expansión de canales para el pago de los subsidios.

Pero el gran desafío es el de aportar a la aceleración al cambio social por el canal de la actividad productiva. Aquí podemos afinar la pregunta: ¿Cuál es el papel de la banca en el fortalecimiento del tejido productivo que genera buena parte los ingresos de la población pobre y vulnerable? En un estudio que hicimos en Inclusión SAS para Asobancaria, analizamos el papel del crédito y el ahorro en el desempeño de los micronegocios (unidades productivas entre 1 y 9 trabajadores) y el bienestar de sus propietarios. Encontramos que el 23% de los micronegocios ahorra, solo el 18% solicita crédito y que el ahorro y el acceso al crédito formal tienen un efecto positivo y significativo sobre el desempeño de las unidades productivas y el ingreso percápita de sus propietarios.

Es decir, los productos de ahorro y crédito sí pueden aportar a la equidad social siempre y cuando logren volcarse hacia el tejido productivo que genera los ingresos de la población de menores ingresos.

Para lograrlo, es necesario superar barreras clásicas como las asimetrías de información y la falta de garantías, pero sobre todo, la barrera del desconocimiento de la informalidad, de sus estructuras de mercado, de las unidades productivas que tienen potencial de crecimiento y de formalización y del comportamiento de sus propietarios. Más allá de buscar historial crediticio donde no lo hay por definición, las instituciones financieras pueden usar sus aprendizajes en pagos de transferencias, desarrollar instrumentos para entender este mundo y probar otras formas de medición del riesgo. Sin este cambio de mentalidad Bob Hope seguirá teniendo la razón.

Roberto Angulo
Socio Fundador de Inclusión SAS
rangulo@inclusiónSAS.com

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