Sin escepticismo ni oposición no hay transformación social

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La radiografía social de Colombia es un palimpsesto que superpone una historia secular de concentración del poder, de la riqueza y de la tierra.

La radiografía social de Colombia es un palimpsesto que superpone una historia secular de concentración del poder, de la riqueza y de la tierra; la de un conflicto que ha operado como una granada de fragmentación del desarrollo territorial; la del paradójico cambio social de comienzos del siglo XXI -que redujo la pobreza a la mitad y duplicó la clase media- aún en presencia de violencia, economías ilícitas, alta desigualdad e informalidad; la de la crisis de la covid, que reveló la fragilidad de los logros de años anteriores.

Y la de una recuperación que, aunque destacada, se anticipa como insuficiente e insostenible para asegurar las demandas sociales y las expectativas de cambio que supo descifrar Gustavo Petro y que lo llevaron a la Presidencia de la República.

El reto del presidente electo, y el de toda Colombia, es el de desenredar la madeja social en la que estamos a partir de la apertura de nuevos caminos posibles; para hacerlo, tenemos que saber descifrar con escepticismo la radiografía social de Colombia; discernir sin pasión sus aciertos y fracasos y tomar cartas en el asunto con urgencia, pragmatismo y visión de largo plazo.

Entre las reformas que se requieren, una muy importante es la del sistema de protección social (en sus componentes de salud, pensiones, protección laboral y reducción de la pobreza), que no es otra cosa que el acuerdo social por medio del cual nos organizamos para enfrentar el riesgo y avanzar progresivamente en la garantía de derechos económicos y sociales.

Parece sencillo, pero no lo es, tejer este acuerdo pasa por enfrentar varias tensiones como las de la restricción presupuestal (reforma tributaria y otras fuentes), la discusión entre el paternalismo y la libertad del individuo para decidir sobre qué es lo bueno para su vida, la tensión que a menudo se presenta entre eficiencia y equidad, los conflictos entre la protección social y los incentivos para el desarrollo productivo, el gran debate sobre el grado de estatismo y la formación de mercados o cuasimercados para la provisión de aseguramiento y servicios sociales, la controversia sobre focalizar o universalizar, entre otras cosas.

Si bien es cierto que el gobierno tiene que cumplir con las expectativas de sus electores y con su impronta de izquierda, descifrar el palimpsesto de la radiografía social de Colombia y resolver estos debates requiere más que la adrenalina del entusiasmo de los ganadores, mucho más que los flashes de las fotos de reconciliación entre antiguos rivales unidos en una misma bandera; exige, sobre todo, discusión rigurosa, tensión argumentativa, controversia y debates -incluso feroces en el plano de las ideas- que permitan forjar estos acuerdos en un material fuerte y durable.

Sin escepticismo ni oposición no puede haber transformación social; y esto es independiente de Petro, quien supo leer a su tiempo, es inherente al a la trascendencia de los acuerdos que perseguimos.

Roberto Angulo
Socio Fundador de Inclusión SAS
rangulo@inclusionsas.com