El albatros

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¿Puede un gobernante demagogo, un albatros como el que describo aquí, liderar la transición hacia un país más justo?

En uno de sus más lacerantes poemas, Charles Baudelaire comparó al poeta de su tiempo con el albatros, esos pájaros de alas espléndidas, esos “reyes de la altura”, o “viajeros alados”, que siguen a los barcos desafiando la curvatura del planeta y la furia de la tempestad, pero que al pisar la tierra pierden todo su ímpetu y se convierten en el hazmerreír de los marineros por la torpeza de su andar.

Dice la última estrofa de El Albatros en la traducción -o mejor: en la versión- del maestro Valencia:

Si reta a las tormentas y el arco desafía,
tú, bardo, te asemejas al príncipe del mar:
en medio de los hombres y su vocinglería,
tus alas gigantescas te impiden caminar.

Otra versión del albatros, en este caso un remedo indecoroso del poeta al que se refiere Baudelaire, es la del gobernante demagogo: sus alas gigantescas, que le permiten volar con esplendor en el discurso, le estorban al caminar entre los asuntos concretos de la gente.

Experto en describir el mundo al que promete llegar y en convencer a la gente de que él es quien alumbra el camino, es al mismo tiempo torpe y cegatón a la hora de recorrerlo.

El gobernante demagogo es prolífico para la épica y no le cabe el adjetivo de pragmático. Cuenta José Ferrater Mora que el término ‘pragmático’ lo utilizó Polibio para definir su propia historiografía.

Mientras que la “historia pragmática” trata sobre los asuntos que ocupan a los hombres -sus negocios y también sus ocios-, la “historia legendaria” se ocupa de leyendas y genealogías. Dado que el hombre pertenece a una sociedad en la que se hacen cosas, Polibio encuentra que la “historia pragmática” es la única que puede enseñarnos a vivir en comunidad.

¿Puede entonces un gobernante demagogo, un albatros como el que describo aquí, liderar la transición hacia un país más justo?

No lo creo, porque si bien necesitamos una dosis de sueños, deseos y emociones para alimentar nuestra determinación, no hay transformación social si no nos ocupamos de los hechos, de los asuntos prácticos de la comunidad, de los negocios y los ocios de las personas.

Más útil que un albatros que sueñe por nosotros un esquema social perfectamente justo, es que tengamos la posibilidad de ejecutar las tareas rutinarias que nos permitan resolver, paso a paso, las injusticias remediables de nuestro entorno.

Roberto Angulo

Socio Fundador de Inclusión SAS.
Rangulo@inclusionsas.com