Sátrapas, democracia y desarrollo

Autor:

Roberto Angulo

Socio Fundador Inclusión SAS

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Si defendemos el desarrollo como la expansión de la libertad de elegir aquello que queremos ser en la vida.

En los años noventa era normal escuchar el comentario de que Colombia necesitaba una mano dura, “así como la de Fujimori”.

Los leales defensores de la revolución cubana llevan décadas repitiendo, como corista de canción de Carlos Puebla, que la dictadura no ha sido tan mala, o que incluso ha triunfado, “porque la salud y la educación en la isla son muy buenas”.

Desde la otra orilla, como en el verso de Cortázar que dice: “Siempre fuiste mi espejo, quiero decir que para verme tenía que mirarte”, no pocos palaciegos de Pinochet siguen afirmando que la dictadura no fue tan mala porque supo fabricar “el milagro chileno”.

Y la pulsión por verle el lado bueno a los sátrapas sigue: la semana pasada, luego de que Pedro Castillo, el entonces presidente del Perú, trepara paredes enjabonadas para saltarse infructuosamente la Constitución y disolver el Congreso de su país, varios líderes de la izquierda latinoamericana, incluyendo al presidente Petro, lo apoyaron, lo victimizaron y redujeron su intento de autogolpe a una simple y llana decisión equivocada.

Esta postura permisiva con el autoritarismo revela cierta inclinación por la idea de que, aún siendo deseable la democracia, en algunas ocasiones es posible el desarrollo sin ella.

Si bien esta idea puede ser consistente con un rango de definiciones de desarrollo, no es compatible con la noción liberal que lo define como la expansión de las libertades que gozan las personas.

Amartya Sen, uno de los pensadores que ha sentado las bases de esta concepción, aporta tres razones para pensar que las libertades políticas son condiciones necesarias para un proyecto de desarrollo.

Primero, si el desarrollo le apunta a remover las barreras que limitan la libertad, como lo son la tiranía o el autoritarismo, entonces las libertades políticas son constitutivas de este proceso.

Segundo, las libertades políticas cumplen un papel instrumental en el desarrollo en la medida que explicitan las preferencias y las demandas sociales.

Tercero, las libertades políticas cumplen una función constructivista del desarrollo, pues no solo evidencian cuáles son las demandas sociales, sino que dan luces sobre cómo satisfacerlas.

Digámoslo claramente y sin rodeos:
 si de verdad defendemos el desarrollo como la expansión de la libertad de elegir aquello que queremos ser en la vida, no hay posibilidad de encontrarle el lado bueno a un enemigo de la democracia.

Roberto Angulo
Socio Fundador de Inclusión SAS
Rangulo@inclusionsas.com

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